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Europa despierta: el estado de bienestar, la amenaza rusa y la urgencia de reconstruir su defensa militar




Durante décadas, Europa pareció sumida en una ilusión de estabilidad y paz permanente. Desde el fin de la Guerra Fría en 1990, las naciones europeas se enfocaron en construir un estado de bienestar que, con el tiempo, se volvió insostenible. A pesar de representar menos del 10% de la población mundial, Europa llegó a ser responsable del 50% de todo el gasto social del planeta, destinando enormes recursos a pensiones, seguros médicos y apoyos sociales.


La confianza en que las guerras en suelo europeo eran cosa del pasado y en que Estados Unidos siempre estaría ahí para protegerlos se consolidó como un pilar de su política exterior. Sin embargo, ambas creencias han comenzado a desmoronarse.


Señales ignoradas

Europa recibió varias advertencias de que este mundo idílico estaba llegando a su fin. En 2008, Rusia invadió Georgia. En 2014, hizo lo propio con Ucrania. La respuesta europea fue mínima: algunas sanciones selectivas a miembros de la élite política rusa. Poco después, Alemania recompensó a Vladimir Putin con la construcción del gasoducto Nord Stream 2, consolidando a Rusia como su principal proveedor de gas.


En 2017, la llegada de Donald Trump a la presidencia de Estados Unidos sacudió los cimientos de la OTAN con sus amenazas de retirar el apoyo estadounidense a la Alianza. Europa, en lugar de tomar medidas para dejar de depender de Washington, optó por creer que Trump era una anomalía pasajera y que todo volvería a la normalidad con Joe Biden. Se confiaron nuevamente.


La invasión de 2022 y el despertar europeo

La invasión rusa a gran escala en Ucrania en 2022 fue el golpe que finalmente sacó a Europa de su letargo. Sin embargo, la reacción sigue siendo insuficiente. Europa creyó que tenía tiempo porque Estados Unidos aún apoyaba a Ucrania. Pero eso ha cambiado. La reelección de Donald Trump ha dejado claro que el aislacionismo estadounidense no fue un accidente temporal, sino una tendencia creciente.


Las alianzas nacidas durante la Segunda Guerra Mundial y la Guerra Fría están fracturándose. Europa apenas empieza a reaccionar. Por fin ven al “lobo en la puerta”. Defender a Ucrania ya no es solo una muestra de solidaridad, sino una necesidad estratégica.

¿Tendrá Europa tiempo suficiente?

A pesar de ser más poderosos económicamente que Rusia, los países europeos arrastran décadas de desinversión en sus fuerzas armadas. Incluso duplicando o triplicando sus presupuestos de defensa, 35 años de abandono no pueden revertirse con unos pocos meses de gasto desesperado.


El rearme militar requiere tiempo: artillería, tanques, aviones, reclutamiento, entrenamiento, y una base industrial y logística sólida. Son estructuras que no se montan de la noche a la mañana. Por eso, Europa necesita que Ucrania resista. Ucrania se ha convertido en el escudo que otorga tiempo para reconstruir las capacidades militares del continente.


Líderes europeos toman conciencia

La buena noticia es que los principales líderes europeos han comprendido la magnitud de la amenaza. Emmanuel Macron (Francia), Olaf Scholz (Alemania), Rishi Sunak (Reino Unido), Giorgia Meloni (Italia) y Donald Tusk (Polonia) han comenzado a hablar incluso de enviar tropas a Ucrania y de compartir capacidades nucleares.


Macron, de centroizquierda, ha experimentado directamente los actos de sabotaje rusos. Los demás, políticos de derecha, no se dejan engañar por el discurso conservador de Putin. Reconocen que esa fachada esconde las verdaderas intenciones del mandatario ruso: expandir su dominio sobre Europa del Este.


El verdadero obstáculo: la voluntad política

Aun así, reconstruir la defensa europea no depende solo de sus líderes, sino de sus parlamentos y, en última instancia, de sus ciudadanos. ¿Estarán los pueblos europeos dispuestos a sacrificar parte de sus beneficios sociales —becas, pensiones, subsidios— en favor de tanques, soldados y defensa?


La propaganda rusa ya ha comenzado a atacar estos proyectos, replicando en Europa lo que ya hizo en Estados Unidos: presentar el rearme como un gasto innecesario frente a una “Rusia víctima de agresiones”.

Europa se encuentra en una carrera contrarreloj. Las oportunidades para reaccionar se agotan. Si quieren seguir liderando en temas como el cambio climático o la igualdad global, primero deben garantizar su seguridad. Y para eso, necesitan armarse. Tienen años, no décadas, para lograrlo. El futuro de Europa depende de cuánto tiempo pueda resistir Ucrania… y de qué tan rápido pueda despertar el continente.



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